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Dice la leyenda que el libro de cocina para fans progres tendría su origen en laboratorios entre cortinas, esto es, tal que en congresos de amigos: cada cual con su cuchillo, de cocina, por supuesto, acude a la clase maestra; se recogen votos de los invitados, se busca urna y telón sin transparencias, se acude a eso que llaman el backstage, se echan votos de aquí y de allá y zás, sale un cocinero, o cocinera, con sal o azúcar, cultivados en ático de huerta urbana y discurso anti granjas. Una vez leídas las instrucciones, se depositan en un libro blanco, o de otro color, se alza la mano con el puño en alto, pero no como en bailando con lobos, sino al más puro y rancio estilo del siglo veinte naciente, de la época de las carrocerías, ya antigua, vamos. Se rebautiza el potaje como progresista y se crea una nueva escuela re-vestida de demo y cratia, con la diferencia de que la palabra demo, de pueblo, ha sido sustituida por la de partir, o sea a cortar en partes, como el jamón, en tacos, a ser posible gordos, claro.
Cuando se ha adiestrado a los discípulos, se obra para llegar al restaurante de la mano de otros cocineros, todos amantes de las artes ocultas, si es de masones, mejor, uy, perdón, ¿era masones o mesones? Bueno, no importa. El caso es que de la nueva cocina surjan partó-cratas de la nouvelle cuisine, esto es que vengan ollas de encuestas, sobre recetas, catalanas, andorranas o castellano-leonesas, y vengan chorizos y votos al puchero.
Les dejamos hoy con esta receta de última generación: Reforma laboral a la gallega.
-Necesitamos: puchero, votos, carrillada y chile, guindilla o ají. Se recomienda el puchero de la marca batet, para batir huevos o fríjoles.
-Se cogen varios partidos del espectro, si son traicioneros, mejor, porque aguantan más en remojo.
-El puchero se ha de sujetar, a ser posible con mano izquierda. Si usted maneja la diestra, sirve. Si no, compra un puchero con asas para manos derechas.
-En este caso, la nueva cuisine permite telecocinar. O sea, que se precisa también pc, móvil o tableta para amasar.
-Se pone el puchero a calentar y se espera a que hierva.
-Cuando entran los votos, subir el fuego y remover.
-Hay que buscar un aprendiz soso o novato para que eche el voto sin pimienta. Aunque luego puede salir un plato súper picante, porque la pimienta la echa el chef, o la chef, al puchero, tanta como haga falta para soltar la lengua, espumarajos e, incluso, palabrotas. Todo muy inclusivo.
-Ahí, ya los votos se recogen con cazo y se quitan los que queden arriba, porque esos no valen.
-Con el caldo que queda, pues ya se sacan y se recuentan para repartir entre los comensales. Si alguno de los invitados se queda sin comer, pues no importa.
-Se hace una encuesta al final, ya con olla de atizar de la marca tezanos, del Centro de Investigaciones Cocinológicas, antes sociológicas, para que ninguno de los asistentes se sienta desplazado. Si no aprueba el curso, no importa, se le apunta a usted como un logro, porque ya no hay cocineros con insuficiente.
Postre: Si el guiso no gusta, coger la chequera y acudir al 'restaurant' de la esquina, francés, pedir la mariscada y pagar con chequera en nombre del pueblo.
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