La carrera de la rata
Si a una rata la pones en una rueda se hincha a correr. Da igual si se encuentra en una jaula o en plena naturaleza, la rata se sube camino a ninguna parte y se puede tirar ahí un buen rato. No avanza, pero siente placer. Algo así le debe pasar a Ciudadanos. O a Marlaska.
Johanna Meijer y Juri Robbers publicaron hace tiempo en la revista Royal Society una investigación en la que se demostraba que los animales corrían por correr. En tan solo tres años cerca de doscientos mil bichos de todo tipo subieron voluntariamente a un rodillo para pasar el rato. Cierto es que corrían mucho, pero no iban a ninguna parte.
La diferencia entre una rata y un humano es brutal, aunque ambas especies compartan muchas secuencias genéticas. La fundamental es que una rata no tiene raciocinio, y un individuo es capaz de leer. Y de entender de política y de leyes. Al menos en apariencia.
Lleva un tiempo Ciudadanos detrás de una zanahoria en una cinta de correr. Disfrutaba, pero tras la debacle en las últimas elecciones catalanas, y la espantada previa de Albert Rivera, no termina de levantar cabeza. No avanzan. Y es que correr en una cinta y ser un partido ‘catch-all-party’ es lo que tiene.
Otto Kirchheimer estableció algunas bases para estudiar este fenómeno. La característica dominante de este tipo de formaciones políticas “atrapa-todo” -como diría Manuel Pastor- es que todas ellas carecen de ideología, pero al mismo tiempo gozan por no tenerla. Ya lo dejó claro Pablo Iglesias, otro ‘catch-all-party’, en una entrevista en el diario El País: “Las ideologías sirven de poco. El juego de izquierdas y derechas es de trileros”.
Tanto Ciudadanos como Podemos centran todo su rango de autoridad en la figura de un líder carismático, no en el colectivo. Y en cuanto se le funden los plomos al ‘runner’ abandonan la cinta. Y como no tienen ni militancia ni estructura, se va todo al traste.
Es entonces cuando aparecen los graves problemas, no para ellos, sino para todo un país. Porque rompen sus pactos. Se desentienden de sus promesas. Y devastan pueblos. Dividen ciudades. Y asolan autonomías. Pero el rodillo les ha pasado por encima y se han metido en un buen charco, porque Madrid no paga traidores. Y Murcia, tampoco.
Lo malo es que este movimiento ‘catch-all-party’ no viene solo, porque con él aparecen los personalismos. Y surge como efecto llamada ese perfil de político que no tiene nada que ver con esta profesión. Son marcas personales contratadas normalmente por el partido que gobierna como expertos inexpertos para hacernos creer que con ellos se puede salvar una nación.
Pero lo peor de todo esto es que realmente son grandes profesionales con una trayectoria contrastada. Reputada. Y así el país pierde una persona con talento para ganar un nuevo gorrón. Un nuevo personaje que pretende abrirse camino por mero deleite. Sin dolor. Sin apenas desgastar la suela de sus zapatos. Son esos animales políticos que caminan por placer en una cinta de correr buitreada. Plácidamente. A la carrera de la rata.
Johanna Meijer y Juri Robbers publicaron hace tiempo en la revista Royal Society una investigación en la que se demostraba que los animales corrían por correr. En tan solo tres años cerca de doscientos mil bichos de todo tipo subieron voluntariamente a un rodillo para pasar el rato. Cierto es que corrían mucho, pero no iban a ninguna parte.
























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