Estatuas mudas y quietas
“¡Estatuas mudas y quietas!”, decíamos en mi barrio. El juego del pasillo de toda la vida, vamos. Las reglas eran sencillas. Se hacían dos filas de críos con ganas de gresca. Al que le tocaba pasar debía llegar hasta final de la hilera de niños que estaban inmóviles pero, al descuido del que pasaba, las estatuas iban soltando mamporrazos. Al final de cada turno, se trataba de decir quién te había sacudido. Las estatuas, por supuesto, no hablaban, pero te ponían fino.
Ocurre ahora que los niños han crecido y parece que quieren seguir jugando a ese juego, pero en el paisaje de la ciudad y con todo el esplendor de su arte urbano. De tal forma que si uno quiere reventar la cabeza a una estatua, muda y quieta, pues se lleva una maza a la plaza de turno y la destroza. Y no pasa nada. Seguro que va a contar con el beneplácito de una parte del politiqueo.
Es tendencia en Google, y trending topic en la web del pájaro, que en Estados Unidos les está dando por degollar estatuas de Cristóbal Colón en una llamada contra el Imperialismo desde el país más dominante del mundo. Casi lo mismo hicieron en las protestas de Chile, que masacraron cerca de 70 monumentos que simbolizaban el colonialismo español. En Bolivia, por su parte, tampoco se libraron de la barbarie, y rompieron a mazazos un busto de Evo Morales y más cosas progresistas. Entre tanto, aquí en España, en La Roda de Sevilla, han partido el Sagrado Corazón de Jesús, como si Cristo tuviera la culpa de nuestro estúpido libre albedrío.
Pero esto de acabar con el arte no es nuevo. El arqueólogo estadounidense, Edward Bleiberg, ante la reiterada pregunta de los visitantes al museo de Brooklyn, de por qué tenían partida la cara muchas estatuas del antiguo Egipto, descubrió un magnífico hallazgo. Las invasiones de otros pueblos, las luchas dinásticas y los períodos de tensión ideológica, al parecer, dice, desencadenaron en una rotura de narices.
En Londres ha pasado lo mismo, la estatua de Winston Churchill ha sido mancillada. Sobre su pedestal, rezaba un lema vándalo: "Era racista". Además, el inglés también ha sido víctima de ciberacoso. Ha desaparecido una foto suya y hay quienes apuntan a Google como culpable. No sería un caso aislado de desapariciones de temas históricos de gran calado. El filósofo británico A. C. Grayling cuenta que buscando tendencias en Google escribió “existió el…”, y la siguiente palabra que apareció fue 'holocausto'. “Existió el holocausto”, le ofreció como posibilidad Google al filósofo. ¿Así que eso buscaban de manera frecuente los usuarios de la Red? La pregunta que se puede hacer uno entonces podría ser un buen sopapo de realidad: ¿sigue habiendo alguien que cuestione aquello? Por lo visto, sí. Y lo más peligroso deviene del hecho que corresponde a la búsqueda. Y es que, entre los resultados que aparecían en la primera página, todos ellos dudaban de aquello. Borrado. ¡Zas! Así, de un mamporrazo. Al menos por un tiempo.
Las estatuas no se van a poder defender. Están ahí, mudas y quietas. No viven. Alguien las esculpió, y destinaron un espacio urbano para ellas. Forman parte del legado. Si las observamos bien, nos daremos cuenta de que nos están ofreciendo una oportunidad para saber lo que hay que hacer y lo que no. Pero si borramos nuestro pasado, malo o bueno, ¿entonces qué? Es importante airear nuestros errores, aunque nos duela. No es cuestión de hacer una fiesta con ellos. Tampoco de flagelarnos con tanta memoria histórica. Solo se trata, como diría Galeano, de recordar. Pero recordar del latín re-cordis, volver a pasar por el corazón.
Ocurre ahora que los niños han crecido y parece que quieren seguir jugando a ese juego, pero en el paisaje de la ciudad y con todo el esplendor de su arte urbano. De tal forma que si uno quiere reventar la cabeza a una estatua, muda y quieta, pues se lleva una maza a la plaza de turno y la destroza. Y no pasa nada. Seguro que va a contar con el beneplácito de una parte del politiqueo.
Es tendencia en Google, y trending topic en la web del pájaro, que en Estados Unidos les está dando por degollar estatuas de Cristóbal Colón en una llamada contra el Imperialismo desde el país más dominante del mundo. Casi lo mismo hicieron en las protestas de Chile, que masacraron cerca de 70 monumentos que simbolizaban el colonialismo español. En Bolivia, por su parte, tampoco se libraron de la barbarie, y rompieron a mazazos un busto de Evo Morales y más cosas progresistas. Entre tanto, aquí en España, en La Roda de Sevilla, han partido el Sagrado Corazón de Jesús, como si Cristo tuviera la culpa de nuestro estúpido libre albedrío.
Pero esto de acabar con el arte no es nuevo. El arqueólogo estadounidense, Edward Bleiberg, ante la reiterada pregunta de los visitantes al museo de Brooklyn, de por qué tenían partida la cara muchas estatuas del antiguo Egipto, descubrió un magnífico hallazgo. Las invasiones de otros pueblos, las luchas dinásticas y los períodos de tensión ideológica, al parecer, dice, desencadenaron en una rotura de narices.
En Londres ha pasado lo mismo, la estatua de Winston Churchill ha sido mancillada. Sobre su pedestal, rezaba un lema vándalo: "Era racista". Además, el inglés también ha sido víctima de ciberacoso. Ha desaparecido una foto suya y hay quienes apuntan a Google como culpable. No sería un caso aislado de desapariciones de temas históricos de gran calado. El filósofo británico A. C. Grayling cuenta que buscando tendencias en Google escribió “existió el…”, y la siguiente palabra que apareció fue 'holocausto'. “Existió el holocausto”, le ofreció como posibilidad Google al filósofo. ¿Así que eso buscaban de manera frecuente los usuarios de la Red? La pregunta que se puede hacer uno entonces podría ser un buen sopapo de realidad: ¿sigue habiendo alguien que cuestione aquello? Por lo visto, sí. Y lo más peligroso deviene del hecho que corresponde a la búsqueda. Y es que, entre los resultados que aparecían en la primera página, todos ellos dudaban de aquello. Borrado. ¡Zas! Así, de un mamporrazo. Al menos por un tiempo.
Las estatuas no se van a poder defender. Están ahí, mudas y quietas. No viven. Alguien las esculpió, y destinaron un espacio urbano para ellas. Forman parte del legado. Si las observamos bien, nos daremos cuenta de que nos están ofreciendo una oportunidad para saber lo que hay que hacer y lo que no. Pero si borramos nuestro pasado, malo o bueno, ¿entonces qué? Es importante airear nuestros errores, aunque nos duela. No es cuestión de hacer una fiesta con ellos. Tampoco de flagelarnos con tanta memoria histórica. Solo se trata, como diría Galeano, de recordar. Pero recordar del latín re-cordis, volver a pasar por el corazón.






















Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.103