"El Hombre que perdió su Espíritu", un libro "brillante" y que atrapa de Félix Rosado

Por Andrés Bartolomé. 

Gracias por acompañarnos en este acto tan importante para Félix, en Las Navas del Marqués, su pueblo, y rodeado por los suyos. Félix Rosado me contactó hace unos meses y me habló de su nuevo libro, este que ahora se presenta: “El Hombre que perdió su Espíritu: Cuentos Fantásticos del Futuro”. Somos amigos desde hace muchos años, aunque hemos tenido una comunicación con altibajos que retomamos hace poco al recordar un reportaje local en Las Navas del Marqués en el que me acompañó cuando trabajábamos juntos en El Diario de Ávila, en los noventa.  

De nuevo la casualidad. A la vez que volvía a removernos aquello, en las páginas de su libro Félix recordaba una historia que ambos vivimos juntos en esa misma época. No forma parte de un relato, sino que aparece dentro de uno de ellos de pasada, pero es buen ejemplo del espíritu del libro. Sucedió, igual que en la “aparición” que detalla Félix en ese relato, muy cerca de aquí, en La Cañada (Ávila). 

No vamos a hacer spoiler, desde luego. Solo decir que cuando se supo se movilizó media Redacción. Una noticia así era demasiado atractiva para no dedicarle todos los esfuerzos, más aún en un medio local. A la historia se sumaron unos cuantos, no pocos en calidad de “turistas”, husmeando en el lugar del suceso por la noche, a la misma hora, en días sucesivos. Recuerdo al vigilante, al que vimos en Ávila. No sé exactamente qué había visto pero debió ser algo espeluznante. Aquel hombre era un puro manojo de nervios. Fumaba constantemente y no paraba quieto.

Para hacerse una idea del atractivo de la historia, decir que fue contada primero por el entonces reportero de “Año Cero” Javier Sierra y, años después, por Iker Jiménez en “Cuarto Milenio”. Muy en la línea de ese relato titulado “El Ovni de luces naranjas” de Félix que tampoco vamos a desentrañar, que para eso hay que leer su libro.

El gusto por el misterio y la ciencia ficción llenan, como pueden comprobar, las páginas de estos relatos. Pero no faltan temas universales y atemporales como el misterio de la vida, los otros mundos y sus pobladores o enviados, la guerra y, por supuesto, el amor. Porque Félix ha sido siempre un romántico, y no cambia hasta el punto de que presentó su libro un 14 de febrero, en San Valentín. Y remata esta obra con uno de los mejores textos (será por ese romanticismo recalcitrante), el que tiene como protagonista una carta con sorpresa, con el amor como fondo. Y que guarda una cita de Catulo, el poeta romano cantor del amor por excelencia.

Solo os queda leer a este periodista de raza, curtido en todos sus campos, y también escritor, el sueño no siempre cumplido en esta profesión, pero siempre deseado. Meticuloso con la palabra, se regodea con ella en su faceta literaria. Se estrenó con la novela hace años –esa “Sangre de Luna”–, es también poeta, no podemos olvidarlo, pero le ha cogido gusto al género del relato, que permite ser brillante en pequeñas dosis, si se tiene la habilidad para ello. Y a Félix le sobra. Tienen que comprobarlo.

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